un trabajo desde adentro
"¡Limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno." —Mateo 23:25
Los líderes religiosos de la época de Jesús estaban más interesados en la limpieza exterior que en la limpieza interior. Igualmente, hoy en día estamos más interesados en baños, tintorerías, lavaplatos, lavadoras, cepillo de dientes, champú, pastas de dientes, hilo dental, desinfectantes, aire limpio, agua limpia, calles limpias, etc., que en limpiar nuestro interior de los pecados a través del arrepentimiento, la Confesión, la oración y la penitencia.
Tenemos las cosas al revés, ya que la limpieza interior es mucho más importante que la limpieza exterior. Sin limpieza interior, perderemos la perspectiva de la realidad (Mt 23:23-24), y gradualmente nos haremos espiritualmente ciegos (2 Co 4:4), seremos esclavizados (Jn 8:34), y finalmente nos encontraremos espiritualmente paralizados (Mc 2:3, 5). A menos que dejemos que el Señor nos limpie nuestro interior, apostataremos (2 Ts 2:3), nos privaremos del poder de salvación de la muerte de Jesús (1 Co 1:17), "seguramente pereceremos" por nuestros pecados (Jn 8:21, 24), y pasaremos la eternidad en el infierno
Dios nos ha dado "una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza." (Za 13:1). Ve a confesarte lo antes posible y ora: "Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder" (Salmo 51:12). "Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Salmo 51:2).
Oración: Padre, hazme puro como Jesús es puro. (1 Jn 3:3).
Promesa: "Así que, hermanos, estad firmes y conservad las doctrinas que os fueron enseñadas, ya de palabra, ya por carta nuestra. —2 Ts 2:15
Alabanza: San Agustín descubrió el poco valor de lo terrenal y el valor verdadero de lo celestial. Escribió: "Vean lo que era yo, por mí mismo. Me había destruido, pero Él quien me creo, me volvió a hacer."
Rescripto: †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 22 de junio de 2012
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