el salvavidas
"De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal" (Romanos 7:21).
La primera vez que nos damos cuenta de nuestros pecados, quisiéramos hacer lo que es correcto, pero no tenemos la fuerza para lograrlo (Rom 7:18). Algo en nuestro interior es más fuerte que el deseo y las intenciones del corazón. En realidad, somos prisioneros de la ley del pecado (Rom 7:23). Existe una lucha dentro de nosotros que nos mantiene como prisioneros de guerra, esclavizados y miserables. ¿Quién puede librarnos de nosotros mismos? ¿De nuestros cuerpos bajo el poder de la muerte? Todas las alabanzas a Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor (Rom 7:24:25).
Debido a nuestra naturaleza caída, hemos sido condenados a una existencia miserable, esclavos de escapismo y el odio de sí mismos. Pero Jesucristo nos trae la salvación. Así la vida vale la pena vivirla en el nombre de Jesús. Sin Él no podemos hacer nada (Jn 15:5) Jesús es la única manera de vivir, la única verdad que nos hace libre (Jn 8:32) y el único que da sentido a nuestra vida (Jn 14:6).
Podemos dejar que Jesús nos salve y nos dé una nueva naturaleza. O por el contrario, dejarnos engañar con las promesas del Maligno y entregarnos a los placeres del mundo. Ha llegado el momento de aceptar a Jesús como Señor, Salvador y Dios.
Oración: Jesús, Salvador, "¡Sáname, Señor, y quedaré sano, sálvame y estaré a salvo, porque tú eres mi alabanza!" (Jer 17:14).
Promesa: "Sálvame, porque te pertenezco" (Sal 119:94).
Alabanza: Jesús liberó a Cristóbal de 24 años de una enfermedad emocional.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de junio de 2013
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