a la altura de las circunstancias
"Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío! (Juan 20:28).
Debido a que Jesús es Dios, Jesús ha resucitado (Cfr. Rm 1,4). Sólo Dios tiene poder sobre la muerte (Jn 5,21 y 26).
Debido a que Jesús es Dios, Jesús es el Señor. Sólo Dios tiene el derecho de exigir la constante adoración y la obediencia total que debemos dar al Señor.
Debido a que Jesús es Dios y Señor resucitado, ninguno de nosotros es el señor de nuestra vida. "Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor" (Rom 14,8). "No vivimos más para nosotros mismos, sino para aquel que murió y resucitó" (2Cor 5,15). La vida que ahora vivimos no es la nuestra, "sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí" (Gal 2,20).
Para aceptar la resurrección de Jesús es necesario destronarnos nosotros mismos y entronarlo a Él como Señor y Dios. Una vez aceptamos su resurrección, nos llena el deseo de ser sus testigos con nuestras palabras y un estilo de vida que refleje nuestra entrega radical. No es posible decir que creemos en su resurrección, mientras vivimos víctimas del miedo, como los apóstoles, o de la duda como Tomás (Jn 20,19ss). Cuando se recibe el Espíritu Santo (Jn 20,22) uno se siente llamado a proclamar a Jesús como Señor resucitado y Dios (1Cor 12,3).
Oración: Padre, que yo confiese con mi "boca que Jesús es el Señor" y que yo "crea en mi corazón" que Tú "lo resucitaste de entre los muertos" (Rom 10,9).
Promesa: "La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados" (Hch 5,16).
Alabanza: ¡Alabado sea Jesús, "el Primero y el Ultimo, el Viviente" (Ap 1:1,). ¡Alabado sea Jesús por siempre y para siempre!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de diciembre de 2012
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