no persitas en ser incrédulo
"En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe." –Juan 20:27
Muchas personas han sido incrédulas en algún momento. No es inusual hallar falta de fe. Por ello, Jesús no se mostraba decepcionado con Tomás por su falta de fe. Del mismo modo, Jesús no está disgustado con ninguno de nosotros por nuestra falta de fe.
Sin embargo, Jesús está muy preocupado por nuestra persistente incredulidad. Si tú, como Tomás, que en un primer momento no creyó en la resurrección, es hasta comprensible. No obstante, persistir en la incredulidad es pecado porque Jesús va a hacer todo lo posible para convertirte en un creyente. Él puede decirte "trae aquí tu dedo y examina, aquí están mis manos" o "acerca tu mano", métela en mi costado (Jn 20:27). Él puede abrir la puerta a la fe (ver Hech 14:27) de otra manera. De algún modo, Jesús te da el don de la fe y Él espera que tú lo aceptes.
Jesús espera que nosotros digamos con Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20:28). No tenemos excusa para que tarde o temprano no tengamos fe en Jesús (Ver Rom 1:20). Al menos, podemos orar: Señor, "auméntanos la fe" (Lc 17:5) o "¡Creo! ¡Ayúdame porque tengo poca fe!" (Mc 9:24) La duda debe ir cediendo a la certeza de la fe.
Oración: Padre, dame una "gran fe" (Ver Mt 15:28).
Promesa: "Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo." —Ef 2:20
Alabanza: El grito de fe de santo Tomás ha tenido eco a través de los años y ha convertido a innumerables personas. ¡Te alabo, Jesús resucitado, "Señor mío y Dios mío!"
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013
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