Dios transformó todo lo que le pasó a Abraham en algún tipo de bendición (ver Rm 8:28). Incluso, la muerte de la Sara, esposa de Abraham, resultó en la compra de la primera parcela de la tierra prometida (Gn 23:4). Y a Isaac, hijo de Abraham, le supuso otra bendición al recibir a Rebeca como esposa (Gn 24:67). "Todo esto es por ustedes" (2 Cor 4:15, NAB).

Dios también convirtió los acontecimientos de la vida de Mateo en bien. Mateo se convirtió en un apóstol, vio a Jesús resucitado, se llenó del Espíritu Santo y compiló un evangelio, el primer libro del Nuevo Testamento. Para que pudiera Dios redirigir la vida de Abraham y de Mateo hacia el bien, ambos tuvieron que dejar tras de sí algo. Abraham abandonó su patria (Gn 12:1) y Mateo tuvo que dejar su trabajo (Mt 9:9).

El Señor quiere bendecir cada acontecimiento de nuestras vidas, pero también nos pide que dejamos algo. Obviamente debemos dejar de pecar. Sin embargo, también puede ser que nos llama a dejar algunas cosas buenas, pero que no son la voluntad de Dios para nosotros en este momento. Hay que evaluar todos los aspectos de nuestro estilo de vida para ver si estamos haciendo nuestra voluntad en lugar de la de Dios. Sólo si estamos en el lugar correcto en el momento adecuado — es decir donde Dios nos ponga — permitiremos que Él encauce nuestras vidas al bien.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013

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