el cordero es digno (ap 5,9)
"Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa" (Lucas 7,6).
En el Evangelio de hoy, ancianos judíos le dicen a Jesús que el centurión es digno de tener su sirviente sanado (Lc 7,5). Sin embargo, antes de que Jesús llegara a la casa, el centurión envío a amigos para decirle a Jesús que él no es digno de tener a Él entrar en su casa (Lc 7,6). ¿Es el centurión digno o no?
Él es indigno y digno igual que lo somos nosotros. En la segunda plegaria eucarística, agradecemos a Dios por "contarnos dignos de estar en Su presencia." Sin embargo, la Iglesia siempre nos llama a imitar al centurión antes de recibir comunión. Decimos: "Señor, yo no soy digno"; pero en Cristo, somos dignos porque Él es digno (Ap 5,2 y 9).
Cierto que no somos ni dignos de que Dios entre a nuestra casa ni siquiera de recibir su gracia, ni curaciones ni las bendiciones de Dios. Estar conscientes de nuestra indignidad nos lleva a buscar su dignidad. Conocer su dignidad nos hace querernos a pesar de nuestra propia indignidad. Nuestra indignidad y su dignidad van de la mano. Tenemos que poder aceptar las dos o ninguna.
Oración: "Digno es el Cordero que fue inmolado para recibir poder y riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza!" (Ap 5,12).
Promesa: "En primer lugar, pido que peticiones, oraciones, intercesiones y acción de gracias se ofrecen para todos los hombres, especialmente para Reyes y aquellos en autoridad" (1Tm 2,1-2).
Alabanza: Habló san Cipriano de la casa de Dios proclamando: "No es posible tener a Dios como su padre si no se tiene a la Iglesia como madre".
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013
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