esto es guerra
"Bendito sea el Señor, mi Roca, el que adiestra mis brazos para el combate y mis manos para la lucha" (Salmos 144:1).
Hoy es el cuadragésimo primer aniversario de la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de legalizar el aborto en el caso Roe versus Wade, un día, en el que se declaró la guerra a quienes defienden la vida. La Iglesia Católica defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Somos la Iglesia militante, y Dios nos ha dado a cada uno de nosotros un papel importante que desempeñar en el campo de batalla. Los gobiernos, tribunales, industrias y grupos de presión están tramando la muerte (Cfr. Mc 3:6); nosotros, quienes defendemos la vida estamos tramando la victoria de los ejércitos del Señor.
La industria del aborto es "Goliat"; nosotros, quienes defendemos la vida somos "David". La industria del aborto y sus muchos seguidores, nos ven como con manos marchitas (Mc 3:1). Ni siquiera contamos con el voto pro-vida de los católicos. Seguramente quienes se oponen a la vida nos miran así como Goliat miro a David (1 Sam 17:42).
Dios está obrando para entrenar nuestras manos marchitas para la batalla, los dedos marchitos para el combate (Sal 144:1). Cientos de miles de manos van, cada año, a la capital (Washington, D.C.) en la marcha por la vida. Hoy muchas de estas manos y dedos rezarán con las cuentas del Rosario empuñando las armas que derribará a Goliat. Como David, dile a Goliat: Tú vienes contra mí con grandes sumas de dinero, autorizaciones de la Corte Suprema de Justicia, el apoyo de los medios de comunicación secular y respaldo legal, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. (véase 1 Sm 17:45). Extiéndele tus manos marchitas a Jesús; Él las fortalecerá para esta guerra (Sal 144:1).
Oración: "¡Levántate, Señor! ¡Que tus enemigos se dispersen y tus adversarios huyan delante de ti!" (Num 10:35).
Promesa: "Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos" (1 Sm 17:47).
Alabanza: San Vicente sufrió las horribles torturas de su martirio por rezar y cantar himnos a Dios (Hch 16:25).
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro de nuestro equipo editorial).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de julio de 2013
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