amando lo invisible
"Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo" (1 Juan 4:14).
Es muy importante para nosotros, seres humanos, ver a la gente si vamos a amarla. Encontramos que es difícil amar lo invisible porque usualmente recibimos y damos amor mediante nuestros sentidos. Es por eso que Dios se convirtió en ser humano para que podamos verle y amarle.
Por esta razón, cuando Jesús asciende al Cielo, se nos presenta un nuevo reto: la falta de un Dios a quien podamos ver para, por ende, amar. De la misma manera, Jesús y el Padre enviaron al Espíritu Santo para extender la Encarnación mediante la creación del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Ahora, a través de la Iglesia y en especial de la Eucaristía, podemos hacer mucho más que ver a Dios. Podemos inclusive recibirlo en nuestro cuerpo la sangre y el cuerpo de Dios.
Aceptamos esta relación milagrosa y especial con Dios creyendo y amándole. "Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros" (1 Jn 4:12). "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él (1 Jn 4:16). Nosotros podemos estar dentro Dios invisible y Él dentro de nosotros si estamos enamorados de Él, especialmente EN la Eucaristía. "Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en Él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación" (1 Pe 1:8,9).
Oración: Padre, nadie te ha visto, (Jn 1:18), pero yo te amo con todo mi corazón porque yo he visto tu imagen, Jesús (Col 1:15).
Promesa: "Tranquilícense, soy yo; no teman" (Mc 6:50).
Alabanza: Una vez un adicto y narcotraficante, por la gracia de Dios se volvió predicador de su Palabra.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de julio de 2013
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