Cuando Pablo habló de Jesús y la resurrección a la gente de Atenas, algunos lo llamaron un "charlatán" (Hch 17:18), se burlaron de él, y lo despidieron (Hch 17:32). Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe (Hch 17:34).

Al leer los Hechos de los Apóstoles en este tiempo de Pascua, muchos cristianos pueden identificarse mejor con las dificultades de Pablo en Atenas que con otras pasajes de los Hechos. La "cultura de la muerte" en que vivimos es similar a la de Atenas. Además, es triste decirlo, es posible que tengamos las debilidades que Pablo mostró en Atenas. Pablo inició el trabajo por su cuenta, porque era demasiado impaciente para esperar que Silas y Timoteo se reunieran con él (Hch 17:15-16). Del mismo modo, nuestro individualismo excesivo y el no pertenecer a una comunidad de fe, puede debilitar seriamente nuestra evangelización. Por otra parte, Pablo evitó hablar del sacrificio de Jesús en la cruz. En nuestra cultura, a veces nos vemos tentados a evitar temas difíciles con la idea de que vamos a tener más éxito. Pero al igual que Pablo en Atenas, raras veces se traduce en tener más seguidores.

Pablo aprendió la lección. Cuando en su visita a Corinto, concluye "no querer decir nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (1 Co 2:02). Seamos como Pablo. Vamos a intentar, aunque podamos fallar. Aprendamos de nuestros errores y llevemos a muchos a Jesús.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de diciembre de 2013

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