gloria sea
"Yo vi que la gloria del Dios de Israel venía desde el oriente" (Ezequiel 43:2).
Porque el pueblo se negó a arrepentirse, "la gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad" de Jerusalén (Ez 11:23). Sin embargo, Dios prometió que un día su gloria volvería a Su pueblo (Ez 43:4, 7). Esta promesa fue cumplida en una manera inimaginable cuando Dios se hizo hombre.
Juan proclamó: "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único" (Jn 1:14). Cuando Jesús nació, los ángeles cantaron: "Gloria a Dios en las alturas" (Lc 2:14).
Antes de su muerte, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, a su vez también Dios lo glorificará en Sí mismo, y lo hará muy pronto" (Jn 13:31-32). El cuerpo de Jesús fue glorificado en su Resurrección (cf. Fil 3:21).
Sin embargo, muchos de nosotros no experimentamos la gloria de la presencia de Dios y su poder. Como Ezequiel, vivimos por años sin la gloria de Dios. Tenemos que arrepentirnos, entregarnos al Señor y recibir el Espíritu Santo en su poder. Entonces la gloria de Dios vendrá a nosotros. "En su Templo, todos dicen '¡Gloria!' " (Sal 29:9).
Oración: "Gloria sea al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén."
Promesa: "El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado" (Mt 23:12).
Alabanza: Santa Rosa practicaba penitencias voluntariamente por su propia santificación y por la de la Iglesia.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014
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