Balaam era un profesional contratado por los enemigos de Israel para maldecir a los Israelitas en el desierto. Balaam fue muy bueno en echar maldiciones a las naciones y estaba lleno de arrogancia. Él se jactaba de haber visto lo que ve el Dios Altísimo, sin embargo, en un viaje en el desierto, no vio ni lo que vio su asno (ver Num 22:22-35).

Las personas que tenían la autoridad en la época de Jesús se creían guardianas de la verdad y la ley. Con su arrogancia, se creían reyes de la verdad y creían a los demás perdidos (ver Jn 7:47-49). Ellos tenían la audacia de cuestionar a Jesús cuando enseñaba en Su propia casa a Su pueblo (Mt 21:23). Pero tristemente no podían ver la Verdad que estaba antes sus ojos en la persona de Jesús (Jn 14:6).

"Él (Dios) se burla de los insolentes y concede su favor a los humildes" (Prov 3:34). "La mirada altanera del hombre será humillada, la arrogancia humana será abatida. Y sólo el Señor será exaltado en aquel día. Porque habrá un día para el Señor de los ejércitos contra todo lo arrogante y altanero, contra todo lo alto y encumbrado" (Is 2:11-12). "Ni los orgullosos podrán resistir delante de tu mirada" (Sal 5:6). Tal vez por su arrogancia muchas personas no podían reconocer al bebé Jesús en la primera Navidad. Los pastores (Lc 2:8ss) y las personas que tomaron el tiempo y esfuerzo para buscar el Señor (Mt 2:1ss) vieron el bebé Jesús y Lo reconocieron como el Salvador.

Estamos llamados por el Señor a arrepentirnos de nuestro orgullo y arrogancia y ser "un pueblo pobre y humilde" (Sof 3:12). Aquellos que se humillan delante del Señor son recompensados con la visión del Señor.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 24 de augusto de 2015.

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