Jesús es directo. Él no anda con rodeos. Jesús no interesa parecer "políticamente correcto"; llama a las personas "mentirosas" (ver Jn 8:55). Abierta y claramente, Él se llamó a sí mismo "Dios" usando el título "Yo Soy", el nombre que Dios dio para identificarse a Sí mismo (Ex 3:14).

No es ninguna sorpresa que la gente tratara de apedrearlo y eventualmente tuvieran éxito en crucificarlo. Jesús generó mucho antagonismo, volcó las mesas de los cambistas limpiando el Templo y sin miramientos llamó a los fariseos "guías ciegos", "insensatos", "hipócritas" y "sepulcros blanqueados" (Mt 23:13-36). Jesús estaba buscando problemas.

Jesús actúa como si fuera Dios. Si Él sólo fuera hombre, Él sería irrazonable, arrogante e insensible. Sin embargo, Él no sólo es hombre; Él es Dios y por eso su conducta se justifica. Su comportamiento no es normal para un hombre, pero es normal para Dios. Habrá momentos en que vamos a resentir su mensaje a menos que lo reconozcamos como Dios. Como la gente en los tiempos de Jesús, estaremos en constante conflicto con Él hasta que nos inclinemos ante Él como el gran "Yo Soy".

Debido a la forma en la que actúa Jesús, Él no puede ser únicamente un buen hombre. Él es o un mal hombre o un buen Dios. Su comportamiento no puede ser interpretado razonablemente de otra manera. Debemos o adorarlo u odiarlo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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