el camino al poder
"Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús" (Hechos 4:33).
El Papa Juan Pablo II calificó nuestra cultura como la "cultura de la muerte." Esto indica que la nueva vida en Cristo resucitado está lejos de ser ampliamente aceptada en nuestra sociedad. ¿Por qué no hemos sido eficaces a la hora de dar testimonio de Cristo resucitado?
Para dar testimonio con más poder y eficacia, debemos hacerlo con nuestros labios, nuestro dinero y posesiones. "Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos" (Hch 4:32). Sin embargo, incluso si uniéramos nuestros recursos, probablemente armaríamos un lío porque no tenemos la unidad, comunidad, autoridad, sumisión, responsabilidad y estabilidad necesaria para organizar y distribuir sabiamente un gran desembolso de responsabilidades financieras.
¿Cómo se puede aceptar voluntariamente la negación de uno mismo en pro de la unidad, de tal manera que podamos vivir una vida en comunidad, la cual supone y exige un compromiso radical y decidido de dar testimonio de Cristo resucitado? Para empezar, hemos de albergar siempre en nuestro corazón el mandato del Señor: "No temas."
¿Cómo podemos vencer el miedo, ser "un solo corazón y una sola alma", vivir una vida nueva y libre y dar "testimonio de la resurrección del Señor Jesús" con mucho poder? (Hch 4:32, 33). "En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor "(1 Jn 4:18).
Para poder llegar a ser testigos eficaces de Jesús, necesitamos recibir su amor más profundamente. Este amor cubrirá una multitud de pecados (1 Pe 4:8) y nos moverá a ser audaces, a la unidad, el compromiso y la fuerza (ver 2 Co 5:14).
Oración: Padre, utiliza todas las circunstancias de mi vida, sobre todo la de mi muerte, para dar testimonio poderoso de tu Hijo resucitado.
Promesa: "Porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe" (1 Jn 5:4).
Alabanza: ¡Alabanza a Jesús, Señor y Dios! (Jn 20:28) Él tiene las llaves de la muerte y del abismo (Ap 1:18). ¡Él ha resucitado para siempre!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015
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