El Señor con frecuencia se sirve de personas, especialmente los miembros de su cuerpo, la Iglesia. Después de que el Señor derribó a Saulo al suelo y tuvo un encuentro con él, hizo que en la conversión de este apóstol obraran otros. Se sirvió de Ananías para que tuviera un papel decisivo en la conversión de Saulo (Hch 9:10ss). Saulo se convertiría en un instrumento fundamental para convertir a los judíos y gentiles.

El Señor también quiere que tú seas un instrumento suyo. Tú eres uno de los instrumentos del Señor en sus planes para proteger a los niños de ser abortados en el vientre materno. También eres instrumento de Dios para proclamar el Evangelio a aquellos con los que vives y trabajas. Tú eres el instrumento de Dios para alimentar a los pobres, sanar a los enfermos y expulsar demonios.

Tú eres la boca, las manos y los pies de Dios. A Dios no le ha importado hacerse un discapacitado a pesar de que sabe que no cuenta con tu servicio siempre obediente y fiel. En la Sagrada Comunión, el Señor da su Cuerpo y Sangre por ti (Jn 6:55). Tú también, aunque de una manera diferente, debes darle a Él tu carne y tu sangre. Cristo quiere que tu cuerpo sea su arma para la Justicia (Rom 6:13). Desea, e incluso necesita, que tú, en este momento, estés en su plan de salvación (ver Heb 11:40).

Muchos de nosotros hemos rezado la "Oración de San Francisco". Hemos pedido al Señor que nos haga "instrumentos de su paz". El Señor ha contestado nuestra oración. Acepta su respuesta. Sé Su instrumento.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015

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