En 1926, entre las dos guerras mundiales, el Papa Pío XI instituyó esta fiesta de Cristo Rey. De este modo, la Iglesia estaba haciendo una declaración que sus miembros debían dar su lealtad absoluta a Cristo, el Rey de reyes y no a ningún gobierno o persona. Por lo tanto, podemos ver por qué esta fiesta que aclama a Jesús como el Rey de reyes puede ser controversial.

Por ejemplo, cuando los reyes magos preguntaron a Herodes: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?" (Mt 2:2), "el rey Herodes quedó desconcertado" (Mt 2:3). Al poco tiempo, el pueblo de Belén fue traumatizado por los asesinatos de Herodes (Mt 2:16). La mera mención de la realeza de Jesús resultó como si el infierno se hubiese soltado.

En la mañana de la crucifixión de Jesús, Poncio Pilato abordó el tema de la realeza de Jesús. Él le preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" (Jn 18:33) Jesús afirmó "mi realeza no es de este mundo" (Jn 18:36). Jesús sabía que Pilato sabía que Él era el Rey (Jn 18:37), pero Pilato se negó a admitirlo e incluso cuestionó si había una verdad objetiva del todo (Jn 18:38).

Mientras Jesús estaba colgando en la cruz, continuó la controversia sobre Su realeza. "Los soldados se burlaban de Él" y decían, "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!" (Lc 23:36, 37). El otro criminal se arrepintió (Lc 23:40ss) e hizo un acto de fe: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino" (Lc 23:42).

No seamos como Herodes, Poncio Pilato ni el mal ladrón. Más bien, seamos como el buen ladrón y los hombres y mujeres sabios de edad, quienes aceptan a Jesús como su Rey en Sus términos.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de junio de 2016.

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