únete a la revolución
"Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón" (Lucas 1:51).
Ana vivió durante un tiempo cuando el pueblo de Dios era débil en la fe, cuando "la palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente" (1 Sm 3:1). Ella profetizó una revolución espiritual, económica y social en la que "el arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor; los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse" (1 Sm 2:4-5). La profecía de Ana se cumplió cuando "todo Israel suspiraba por el Señor" (1 Sm 7:2).
María vivió en un tiempo en que el pueblo de Dios estaba oprimido por el gobierno romano. Ella también profetizó una revolución espiritual, económica y social en la que el Señor derribó "a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías" (Lc 1:52-53). La profecía de María se cumplió con creces con la muerte y resurrección de su Hijo, Jesús.
El Papa san Juan Pablo II vivió durante una época en que muchos de los pueblos de Dios eran débiles en la fe, y estaban oprimidos por una cultura de la muerte. Él profetizó que el Señor nos daría un gran jubileo que marcaría una revolución espiritual, social y económica. Su profecía será cumplida "si los cristianos son dóciles a la acción del Espíritu Santo" (Tertio Millennio Adveniente, 18). ¿Pasó eso en tu vida y en el mundo en el año 2000? Si no es así, haga que suceda ahora. Reciba el Espíritu Santo, el único verdadero espíritu de la Navidad. Únete a la revolución.
Oración: Padre, utiliza mi vida y muerte para desplazar la cultura de la muerte con una civilización de amor y vida.
Promesa: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador" (Lc 1:46-47).
Alabanza: "Oh Rey de todas las naciones, la única alegría de todo corazón humano; Oh piedra angular del poderoso arco del hombre, ven y salva a la criatura que Tú creaste con polvo".