Se nos ha enseñado que tendremos algo de respaldo. Tenemos seguros, ahorros, algún valor acumulado, un as en la manga. Evitamos tener que llegar a una situación en la que dependamos de Dios para nuestros próximos alimentos.

Sin embargo, el Señor puede estar haciendo que sea casi lo opuesto de lo que estamos tratando de hacer. Él está tratando de despojarnos de todo y dejarnos sin nada, solamente con Él, en quien podemos depender. Por ejemplo, cuando Él envió a sus discípulos en una misión les ordenó: "No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón" (Mt 10:9-10). Pablo describe una de sus misiones así: "Soportamos en nuestra propia carne una sentencia de muerte, y así aprendimos a no poner nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos" (2 Co 1:9).

La cuaresma está destinada a ser una experiencia en el desierto (ver Mt 4:1). El Señor quiere despojarnos de alimentación, comodidad e incluso parte del apoyo. Quiere que sepamos que las personas y posesiones que ha puesto en nuestras vidas no son para ser usadas como muletas, sino que deben de ser aceptadas como regalos de su providencia. Dios quiere que sepamos que puede amarnos sin intermediarios. Él quiere que, en ocasiones, estemos a solas con Él y que no tengamos más ayuda que Él. Deja que el Señor te guíe en el desierto de la cuaresma (Os 2:16; Jer 2:2).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de noviembre de 2015.

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