El nombre de Jesús significa: "Yahvé salva." Necesitamos a Jesús para que nos salve, no solamente del pecado y la muerte, sino también de los dilemas imposibles del matrimonio. Por ejemplo, los seres humanos somos sociables con instintos sexuales. Por lo tanto, queremos estar con otros y somos atraídos a tener relaciones sexuales con algunas personas. Los seres humanos también queremos ser amados profunda y eternamente. No queremos que se nos use, desprecie o rechace. Somos creados para un compromiso de amor permanente, que a menudo se expresa en matrimonio. Pero, debido a nuestra naturaleza caída (ver Mc 10:5), no somos capaces de estar cerca de la gente por mucho tiempo sin herirlos terriblemente o ser víctimas nosotros. Como resultado, nuestra naturaleza tiene necesidades profundas, que no se pueden satisfacer. Estamos condenados. El matrimonio está fracasado. Por lo tanto, Moisés permitió el divorcio en un intento de limitar los efectos negativos de estar casado en nuestra condición humana.

Pero cuando vino Jesús, anunció que el divorcio ya no era necesario. Él es Dios y es capaz de cambiar nuestra naturaleza humana para que podamos lograr las necesidades más legítimas. Al ser Bautizados en el Señor Jesús, podemos amar profundamente y para siempre. La vida y el matrimonio al que aspiramos, son ahora posibles. La Salvación de Cristo y nuestro Bautismo en Él, hacen el divorcio obsoleto y el matrimonio santo, no hiriente. Acepta a Jesús como el Salvador de tu vida y de tu matrimonio.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 21 de enero de 2016.

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