Hoy comienzan nueve días de oración, la Novena de Pentecostés, para pedirle a Dios que prepare nuestros corazones para recibir la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Dios derrama el Espíritu Santo sin medida y sin ración (Jn 3:34; Ef 3:20). Sin embargo, tenemos que preparar nuestros corazones. No rezamos la Novena de Pentecostés porque necesitamos persuadir a Dios, sino porque nosotros necesitamos docilidad para recibir al Espíritu.

Jesús reveló que nuestro Padre celestial "no nos dará una serpiente venenosa cuando le pedimos un pez" (Mt 7:10), y que Él está predispuesto a dar cosas buenas a los que le pidan (Mt 7:11). En la versión de Lucas que es paralela a este pasaje, Jesús sustituye la frase "cosas buenas" con "Espíritu Santo" (Lc 11:13).

En la primera Novena de Pentecostés, los apóstoles y la Santísima Virgen María se reunieron para orar en comunidad y con intensidad por la promesa del Padre, es decir, el Espíritu Santo (Hch 1:14). Nosotros también reunámonos con otros cristianos a orar con fervor para recibir al Espíritu Santo que Dios ya está prodigando sobre nosotros (Tit 3:6).

Dios quiere enviar al Espíritu Santo para abrir nuestra mente a la comprensión de las Escrituras (Lc 24:45). Por lo tanto, vamos a darle oportunidad a Dios de otorgarnos el Espíritu mediante la lectura de la Biblia con frecuencia durante la Novena de Pentecostés.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 21 de enero de 2016.

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