"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles; si el Señor no custodia la ciudad, en vano vigila el centinela" (Sal 127:1). "La bendición del Señor es la que enriquece, y nada le añade nuestro esfuerzo" (Prov 10:22). No importa cuánto tratemos, no podemos hacer que se hagan las obras de Dios. "Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor" (Fil 2:13).

Algunas personas deducen de esto que los cristianos no deben tomar la iniciativa en la construcción del Reino de Dios en la tierra como en el cielo. Sin embargo, el Señor no nos manda tomar ninguna iniciativa sino el no pensar que nuestra iniciativa es la causa de Sus obras.

El Señor quiere que su pueblo tome mayor iniciativa de la que toman "los que sacuden y remueven" el mundo (ver Lc 16:8). Como en la Iglesia primitiva y la Iglesia a lo largo de los siglos, debemos tomar iniciativas audaces por el Reino de Dios. La Iglesia enseña: "la iniciativa de los cristianos laicos es necesaria especialmente cuando el asunto consiste en descubrir o inventar medios de compenetrar las realidades sociales, políticas y económicas con las exigencias de la doctrina cristiana y de la vida. Esta iniciativa es un elemento normal de la vida de la iglesia" (Catecismo de la Iglesia Católica, 899). Los cristianos somos un pueblo de fuerte iniciativa, porque seguimos a Dios que inicia todo lo bueno (Stg 1:17). Él hace esto porque Él es amor (1 Jn 4:16). Nosotros hacemos esto porque "el amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5:14).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.

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