Jacob luchó con el Ángel y venció (Gen 32:25, 29; Os 12:5). "Cuando fue adulto luchó con Dios" (Os 12:4). Un Jacob se esconde dentro de cada uno de nosotros. Jesús nos llama para que roguemos al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha y respondamos a nuestras oraciones haciéndonos obreros nosotros mismos (Mt 9:37-38). Ahora, ¿qué tan frecuente luchamos con Dios durante largos períodos de tiempo gastando más tiempo y energía tratando de evitar el llamado de Dios en lugar de simplemente responder a él? (Jon 1:2-3)

Jesús tenía muchos problemas cuando Él nos pidió orar por trabajadores para el reino de Dios. Él había sido rechazado por toda una ciudad de samaritanos (Lc 9:53). ¡Los líderes religiosos simplemente lo habían acusado de estar ligado con Satanás! (Mt 9:34) Sin embargo, en lugar de luchar con Su Padre o con la gente, el corazón de Jesús se llenó de compasión y piedad (Mt 9:36).

Jesús dirige nuestra atención a muchas personas confundidas que necesitan pastoreo (Mt 9:36). Él nos dice que muramos a nosotros mismos, perdamos la vida y lo sigamos para trabajar en Su cosecha (Lc 9:23). ¿Vamos a lidiar con Él y tratar de dirigir Su atención a nuestro propio cansancio y problemas? ¿O vamos a pedir a Jesús que nos dé a nosotros y a muchos otros un corazón de compasión por las multitudes de gente dañadas y perdidas? ¿Vamos a pelear con el Pastor o apacentar a Sus ovejas? (Jn 21:16).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.

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