busca humildad
"Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde" (Zacarías 9:9).
Zacarías profetizó que el Mesías iba a entrar en Jerusalén "humilde y está montado sobre un asno" (Zac 9:9). Jesús continúa invitándonos: "aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón" (Mt 11:29). Jesús promete: "Felices los afligidos, porque serán consolados" (Mt 5:5).
La palabra griega traducida como "humilde" se traduce a veces como "gentil", "manso" y "suave". La humildad no es debilidad. De hecho, es fuerza. Los humildes son tan fuertes que superan las tentaciones de ser manipuladores, controladores o defensivos. Los humildes no tratan de que hagamos su voluntad, sino la voluntad de Dios. El Señor se revela a los humildes (ver Mt 11:25), les da la tierra como su herencia (Mt 5:5) y les da descanso (Mt 11:29).
Sin embargo, a pesar de la grandeza y la gracia de la humildad, es natural que queramos ser arrogantes, no humildes. Elegimos la humildad porque Jesús es humilde y somos Sus seguidores. Llegamos a ser dóciles por medio del Espíritu Santo, pues la humildad es un fruto del Espíritu Santo (Gal 5:22-23). Puede ser producida solo por el Espíritu Santo. Busca la humildad.
Oración: Padre, que aborrezca mi arrogancia. Que pueda estar entre las personas más humildes sobre la faz de la tierra (ver Num 12:3).
Promesa: "Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes" (Rom 8:9).
Alabanza: Alabado sea Jesús, que hizo y sostiene todo, y que dio todo por cada uno de nosotros. Gloria a Ti, Jesús, "Rey de los reyes y Señor de los señores'' (Ap 19:16).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.
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