haciéndonos creyentes
"Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo" (Salmos 81:17).
Menos de veinticuatro horas antes de su muerte, Jesús tomó lo que parecía ser un pan y un vino y dijo: "Este es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre" (Mt 26:26, 28). La respuesta obvia a todas estas declaraciones aparentemente absurdas es: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" (Jn 6:52)
Sin embargo, antes de descartar las palabras de Jesús como las de un loco, debemos recordar que el Señor alimentó a toda la nación israelita durante cuarenta años, dándoles maná, pan del cielo (Num 11:7ss). ¡El Señor puede hacer cualquier cosa!
Además, Jesús muestra su señorío sobre la naturaleza en la sanación de los enfermos (Mt 14:14), en la multiplicación de los panes y los peces (Mt 14:17ss), al caminar sobre el agua (Mt 14:25), y especialmente al levantarse de entre los muertos (ver Rom 1:4).
¿Cómo podemos decir al todopoderoso, Señor resucitado que Él no puede cambiar el pan y el vino en Su Cuerpo y Sangre? ¿Cómo podemos decir a Dios que Él no puede hacer nada que pueda estar "por encima de nuestras cabezas" solo porque está más allá de nuestra comprensión humana?
Cree en los milagros. Cree en la Eucaristía. Cree que Jesús es el Señor resucitado y Dios.
Oración: "Oh Santísimo Sacramento, Oh divino Sacramento, toda alabanza y acción de gracias sea cada momento Tuya."
Promesa: "Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas" (Mt 14:20).
Alabanza: San Sixto II fue Papa tan solo un año antes de que él hiciera el altísimo sacrificio del martirio por su Señor.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de mayo de 2017.
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