Aunque Jeremías esperaba sufrir por ser profeta de Dios, el grado de sufrimiento fue mucho mayor de lo que esperaba. Así, Jeremías decidió dejar de servir al Señor (Jer 20:9).

Jesús dijo a sus discípulos que Él "sufriría mucho" y "sería condenado a muerte" (Mt 16:21). Pedro sabía que los discípulos siguen a sus amos y que él no quería sufrir. En consecuencia, Pedro trató de conversar con Jesús acerca del sufrimiento. "Pero Él dándose vuelta, dijo a Pedro: '¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres ' " (Mt 16:23).

Como Jeremías y Pedro, no queremos ningún sufrimiento, o al menos un menor sufrimiento, en la vida cristiana. Sin embargo, Jesús insiste: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16:24). Aunque Jesús elimine algunos de nuestros sufrimientos al perdonarnos, sanarnos y liberarnos, Él también nos llama a tomar su yugo y aprender de Él (Mt 11:29), a llevar nuestra "parte de las dificultades que entraña el Evangelio" (2 Tim 1:8), "participar de Sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a Él" (Fil 3:10) y regocijarnos "en la medida que" "compartimos los sufrimientos de Cristo" (1 Pe 4:13).

Un cristianismo sin cruz, sin dolor no es verdadero cristianismo. "¡Levanta en alto la cruz!"

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de mayo de 2017.

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