"más alegría en el cielo"
"De la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" (Lucas 15:7).
Noventa y nueve personas que no necesitan arrepentirse son una obra de la gracia de Dios y, por lo tanto, un motivo de gran gozo. Pero, una persona que se arrepienta es una causa mayor de gozo porque:
- Sin nuestro arrepentimiento, el derrame de la sangre de Jesús en el Calvario sería en vano para nosotros.
- A menudo el arrepentimiento es un mega-cambio, un giro de 180 grados, sacrificando "todas las cosas" considerándolas "como desperdicio, con tal de ganar a Cristo" (Fil 3:8), que hasta "los despoja del cuerpo carnal" (Col 2:11).
- El arrepentimiento es una gracia. El pecado nos ciega al pecado, lo cual nos enceguece aún más. Por esta ceguera espiritual y autoengaño, construimos capas de pecado. Excepto por la intervención milagrosa de Dios por Su gracia, no habría forma de salir del pecado.
- El arrepentimiento es catalítico y contagioso. Debido a que un pecado tiene efectos inimaginables, del mismo modo un acto de arrepentimiento tiene mayores efectos (ver Rom 5:20). Por ejemplo, 120,000 ninivitas se arrepintieron en un día (Jon 4:11).
El arrepentimiento es un mega-cambio catalítico, absolutamente necesario y milagroso, de la muerte a la vida, de la rebeldía a la sumisión y de la oscuridad a la luz. Debido a esto, un pecador que se arrepiente es una causa de gozo mayor que otras causas excepcionalmente grandes de alegría. Arrepiéntanse, regocíjense y hagan que el cielo se regocije.
Oración: Padre, concédeme avergonzarme por el pecado que a su vez se convierte en el gozo del arrepentimiento (2 Co 7:10).
Promesa: "Llama a sus amigos y vecinos, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido'" (Lc 15:6).
Alabanza: Después de veinte años alejados de los sacramentos, Steven se arrepintió y ahora se confiesa regularmente.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de mayo de 2018
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