cuando papito canta
"¡Grita de alegría, hija de Sión!" (Sofonías 3:14).
El Señor, por medio de san Pablo, nos ordena y nos agradece que nos regocijemos en Él siempre (Fil 4:4). No importa cuántos problemas tengamos, sin importar cuán mal nos sintamos, el hecho de que estemos "en el Señor" empequeñece todo lo demás. ¿Cómo podemos dejar que una nubecita o dos eclipsen al Hijo?
Cuando fijamos nuestros ojos en Jesús (Heb12:2), el Hijo de Dios (Mc 1:1), Él nos revelará a nuestro Padre celestial (Lc 10:22; Jn 14:6), la Fuente de nuestra alegría. Jesús y el Espíritu Santo nos mostrarán nuestro Abba (ver Gál 4:6) regocijándose sobre cada uno de nosotros con alegría y renovándonos en Su amor (Sof 3:17). Veremos la realidad de que Dios mismo, nuestro Abba, está cantando en este momento con gozo por nosotros, Sus hijos adoptivos (Rom 8:15; Sof 3:17).
El alegre canto de Abba es bastante contagioso, especialmente para Sus hijos. En presencia de Abba, nos encontramos alzando nuestras voces encantadas y cantando nuestras partes en el musical trinitario. Nuestras canciones eternas de alegría ahogan nuestras penas pasajeras. "Alégrense. Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense" (Fil 4:4).
Oración: Padre, que pueda alegrarme "con un gozo indecible y lleno de gloria" (1 Pe 1:8).
Promesa: "Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lc 3:16).
Alabanza: "Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios" (Is 61:10).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018
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