¡Jesús ha resucitado! Esto demuestra que Jesús es Dios. Esto significa que ya no debemos vivir para nosotros, sino para Él (2 Co 5:15). La resurrección y la divinidad de Jesús significan que todo lo que Jesús dijo es cierto, incluyendo su promesa de levantar a sus discípulos de entre los muertos. El hecho de que Jesús tiene la intención de levantarnos de entre los muertos tiene ramificaciones enormes para nosotros - no solo después de nuestra muerte, sino también en nuestra vida cotidiana. Ya no necesitamos ser esclavos por el temor a la muerte (Heb 2:15). Podemos vivir radicalmente libres y llenos de amor generoso.

Sin embargo, para que podamos recibir los asombrosos beneficios de la Resurrección, debemos creer en Jesús como la Resurrección y la Vida (Jn 11:25). No debemos pensar en Jesús como un fantasma (Lc 24:37) o de Su Resurrección como algo irreal, meramente simbólico o mítico. La Resurrección no es un cuento; es un hecho objetivo, histórico (Catecismo, 639, 643, 645, 647). Por medio de las Escrituras y la división del pan, es decir, de la Eucaristía (Lc 24:30-32, 45), el Espíritu Santo nos dará fe para abrir los ojos a la realidad del Cristo resucitado (ver Jn 20:22). Entonces pasaremos nuestras vidas siendo testigos de Cristo resucitado (Hch 3:15).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 11 de octubre de 2017.

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