Jesús nos pone ante el reto de creer en la siguiente afirmación: "El pan que Yo daré es Mi carne para la Vida del mundo" (Jn 6:51). La reacción normal a este reto es formular la pregunta: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer Su carne?" (Jn 6:52) Jesús no nos da una respuesta directa. En cambio, insiste con un reto aún más sorprendente al repetir contundentemente que comamos Su carne y bebamos Su sangre (Jn 6:53-58). Si hacemos esto, Él nos resucitará de entre los muertos (Jn 6:53-58), y vivirá en nosotros y nosotros en Él (Jn 6:56), y nos dará la vida eterna (Jn 6:58). Si no comemos Su cuerpo y bebemos Su sangre, Él no tendrá vida en nosotros (Jn 6:53).

Entonces, "Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían, '¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?'" (Jn 6:60) "Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo" (Jn 6:66). Sin embargo, Jesús continuó insistiendo en que creamos y recibamos Su cuerpo y Su sangre.

Josué también retó a su gente: "Elijan hoy a quién quieren servir" (Jos 24:15). Jesús, el nuevo Josué (Jeshua) nos reta a que nos decidamos hoy a recibir en esta vida Su cuerpo y Su sangre. ¿Lo recibiremos con arrepentimiento, júbilo y amor? ¿Recibiremos la Sagrada Comunión tan a menudo como nos sea posible y centraremos nuestras vidas en la Eucaristía? Este es, de nuevo, el reto que nos pone Jesús. Nuestras acciones hablarán con más elocuencia que nuestras palabras. ¿Aceptaremos el reto de Jesús?

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de enero de 2018

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