En este último día del tiempo de navidad, podemos recibir de una nueva manera el derramamiento del Espíritu. Así como Jesús, debemos ir al Jordán y conocer a san Juan el Bautista. Hay una persona y un lugar que el Señor ha escogido como instrumentos para derramar su Espíritu en nosotros (Tit 3:6). Así como Jesús, tenemos que renunciar a nosotros mismos y ser humildes para estar en el lugar y tiempo precisos (Mt 3:15). Lucharemos interiormente para "que se cumpla" en nosotros (Lc 1:38).

No hay que resistirnos al Espíritu. El Señor quiere otorgarnos al Espíritu más de lo que nosotros queremos recibirlo. ¡Si tan solo deseáramos al Espíritu más de lo que deseamos nuestra voluntad! Jesús, el que bautiza en el Espíritu (Mc 1:8), es tranquilo y gentil. "Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles" (Is 42:2). Es tan fácil sacudir y sofocar al Espíritu de la navidad, y dejar pasar la oportunidad única. Sin embargo, si queremos, podemos escuchar a Jesús respirando en nosotros las palabras: "Reciban al Espíritu Santo" (Jn 20:22). El Espíritu desciende apaciblemente como una paloma (Mt 3:16), y solo se dan cuenta aquellos que lo desean.

"Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne" (Gál 5:16).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018

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