"el proceso del divorcio"
"José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto" (Mateo 1:19).
Cuando san José no se divorció de María, hizo uno de los mayores actos de fe en la historia. Humanamente hablando, él tenía toda la razón para divorciarse de ella. Lo único que disuadió a José del divorcio, fue un sueño en el que un ángel le dijo que tomara a María como esposa (Mt 1:20). Iluminado por este sueño, José no se divorció de María (Mt 1:24). Por lo tanto, él no se divorció de Jesús, el Bebé en el seno de María.
Como José, todos tenemos oportunidades para divorciarnos. Algunos se divorcian de sus cónyuges legalmente. Otros se divorcian al ignorarlos. Algunos padres se divorcian de sus hijos al entregarlos a la televisión o al no corregirlos después de que parezcan incorregibles. Muchos cristianos se han divorciado de su familia de la Iglesia. Todavía pueden ir a la iglesia el domingo, pero no se involucran. Muchas madres se divorcian de los bebés en sus vientres. En lugar de unirse con estos niños, los abortan.
Jesús es la persona más divorciada de todas. Cuando nos divorciamos de otros, nos divorciamos de Él (ver Lc 10:16; Mt 25:45). Él aborrece el divorcio (Mal 2:16) pero todavía ama a los divorciados e incluso a aquellos que hacen el divorcio. Él nunca se divorciará de nosotros. Permanezca siempre en Él (1 Jn 2:28).
Oración: Padre, como José, que pueda pasar mi vida conociendo, amando y sirviendo a Jesús.
Promesa: "Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones" (Rom 4:18).
Alabanza: Al obedecer rápidamente a Dios, san José protegió exitosamente a Jesús de un intento de asesinato dirigido por el gobierno.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 16 de julio de 2018
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