lecciones duras
"Es necesario pasar por muchas tribulaciones" (Hechos 14:22).
Al cierre del primer viaje misionero cristiano, Pablo y Bernabé instruyeron a sus discípulos: "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14:22). Las tribulaciones, de hecho, muchas tribulaciones, le son dadas a un discípulo. Aunque Jesús da un yugo que es fácil y una carga que es liviana (Mt 11:30), la vida en Cristo es sin embargo un yugo y una carga.
La vida es dura. Esta no es la idea del Señor. Él no hizo "muerte, ni pena, ni queja, ni dolor" (Ap 21:4; ver Sab 1:13). Él eventualmente abolirá todos estos males. Por nuestros pecados, hemos hecho la vida difícil, y el Señor ha permitido que esto continúe.
Por el pecado, endurecemos nuestros corazones. Los objetos duros pueden ser rotos por otros objetos más duros (ver Prov 27:17). El Señor puede usar vidas duras para romper y abrir nuestros corazones duros. Así que nos permite "aprender de la manera difícil" para que nos arrepintamos (Mc 1:15), dar nuestras vidas a Él, y no entrar en la dureza perpetua del infierno.
"Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: 'No endurezcan su corazón'" (Sal 95:7-8). Arrepiéntanse de cualquier dureza de corazón y vayan a la confesión. Si tu corazón es tan duro que te niegas a arrepentirte, que la dura vida que estás haciendo para ti mismo rompa la dureza de tu corazón.
Entonces, si abrimos nuestros corazones al Señor, Él nos permitirá compartir los duros sufrimientos de su cruz (ver 1 Pe 4:13) para abrir los corazones más duros.
Oración: Jesús, nos diste a María para ser nuestra madre poco antes de que murieras en la Cruz (Jn 19:26-27). Que María me enseñe los hechos duros y las sublimes alegrías de la Cruz.
Promesa: "En esto todos reconocerán que ustedes son Mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13:35).
Alabanza: "Estén siempre alegres" (1 Tes 5:16). "¡No está aquí, ha resucitado!" (Lc 24:6) ¡Alabado sea Jesús!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de enero de 2019
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