Después de tomar la decisión final de convertirnos, pasamos todo nuestro tiempo con el Señor y toda nuestra vida para Él. Entonces conoceremos personalmente al Señor, y no nos llevará mucho tiempo darnos cuenta de que el Señor está preocupado por nuestra libertad. Deberíamos esperar esto porque la misión de Jesús es liberar a los cautivos (Lc 4:18). Él murió en la cruz para liberarnos de nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para liberarnos de Satanás, el príncipe de la muerte (ver Heb 2:14). Solo si Jesús nos libera seremos verdaderamente libres (Jn 8:36). Jesús es nuestro Redentor, que ha hecho todo lo necesario para liberarnos.

Por lo tanto, Jesús insiste en que debemos liberarnos de la falta de perdón, del miedo, del odio a nosotros mismos y de las adicciones a todo, desde el alcohol hasta la televisión, los dispositivos electrónicos, los tipos de alimentos, los juegos de azar, la pornografía, los cigarrillos, la cafeína y las drogas.

Dios Padre por medio de Jesús ha enviado al Espíritu Santo para darnos deseos en oposición a nuestra naturaleza caída y adicta (Gál 5:17). Al vivir nuestros bautismos, es decir, nuestras vidas en el Espíritu, seremos libres.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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