la sencillez de pentecostés
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lucas 1:39-40).
Todo cristiano no solo recibe Pentecostés, sino que se lo da a los demás. El primer día de Pentecostés, ciento veinte discípulos de Cristo (Hechos 1:15) recibieron el Espíritu Santo a las nueve de la mañana. Entonces ellos les transmitieron el Espíritu Santo a casi tres mil personas antes de que se terminara ese día (Hch 2:41). Nosotros también debemos permitir que venga el Espíritu Santo por medio de nosotros.
Muchos cristianos dudan poder transmitirles el Pentecostés a los demás. Ellos están encerrados en el aposento alto por miedo, por sentimientos de insuficiencia o por odio propio. Les cuesta mucho predicar como san Pedro, sanar como san Pablo, o rezar como la Bienaventurada Virgen María.
La fiesta de hoy es de esperanza para muchos de nosotros. María lleva a Jesús y al Espíritu Santo y se lo transmite a santa Isabel y a san Juan no por trabajos extraordinarios sino por obediencia al Señor en cosas pequeñas. María visitó y saludó a Isabel (Lc 1:39-40). Ella amaba y servía a Isabel. Todos nosotros podemos hacer lo que hizo María. Nosotros transmitimos Pentecostés a los demás no solo en hechos extraordinarios sino también obedeciendo al Señor en los detalles. El Espíritu Santo es “dado a aquellos que lo obedecen'' (Hch 5:32) y por medio de ellos, obedeciéndolo. Obedece, visita, ama, sirve. Da Pentecostés.
Oración: Padre, que pueda obedecerte estrictamente, o sea inmediata y completamente.
Promesa: “¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con Su amor y lanza por ti gritos de alegría” (Sof 3:17)
Alabanza: “El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!” (Lc 1:49)
Referencia:
Rescripto: Aunque todos sus hijos se casaron fuera de la Iglesia, Roberto nunca deja pasar un día sin orar por ellos y por sus almas.
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