En el pueblo de mi juventud, un teatro comenzó a presentar películas con contenido inmoral. Algunos hombres y mujeres, seguidores de Dios, incluyendo mi padre, boicotearon frente al teatro, intentando persuadir a la gente de que rechazaran esas películas. También pensaban que era una manera de forzar a los dueños a dejar de presentar ese tipo de películas. El grupo era pequeño pero con mucha fe. Lamentablemente, el público siguió llegando, lo que animó a los dueños a traer más películas inmorales. Los dueños y el público hicieron una alianza entre ellos "y se vendieron al mal hacer" (Cfr. 1 Mac 1:15).

Esto fue hace más de cuarenta años. Mi padre vio lo que se avecinaba y lucho lo más que pudo (2 Tm 4:7). Muchos de los adultos de su generación estaban ciegos a las implicaciones y se vendieron. Desde entonces, la cultura americana ha continuado su deterioro, al punto que se permite orar en las escuelas, que el aborto se haya legalizado y que los domingos no son muy distintos de cualquier otro día de la semana. La Navidad se conoce como "las festividades" y la inmoralidad que luchamos por evitar en el teatro, ahora llega directo a nuestros hogares mediante la TV.

Jesús quiere abrir nuestros ojos para que podamos ver la batalla que se está ocurriendo el reino de las tinieblas y el reino de Dios. Él quiere que reconozcamos nuestra ceguera espiritual y que le pidamos: "Señor, que yo vea otra vez" (Lc 18:41). Si escogemos quedarnos cómodos, consumiendo y promoviendo la cultura de la muerte, nuestros hijos y nietos van a sufrir cosas que nunca imaginamos (Cfr. 1 Mac 1:60-61). El reloj sigue su marcha. ¿Cuál es tu decisión?

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de junio de 2013

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