Natanael (Bartolomé) tenía prejuicios. Él no conocía a Jesús, mas no tuvo reparos en juzgarlo como incapaz de hacer el bien simplemente porque Jesús era Nazareno. El prejuicio contribuyó a la crucifixión y muerte de Jesús y continúa siendo una plaza fuerte del demonio en este mundo. El racismo es uno de los motivos primordiales del aborto; además de la debilidad de los defensores de la causa por la vida. El racismo y el prejuicio han sido la causa de guerra tras guerra: las dos guerras mundiales, las guerras en el oriente, etc. Los cristianos que critican y advierten contra el prejuicio, no raras veces son los primeros que caen en este pecado. En el momento en que clasificamos a una persona como liberal o conservadora; tradicional o fundamentalista; carismática, etc., ya hemos comenzado a juzgarla.

Jesús nos ha mandado a no juzgar a nadie por ninguna razón (Mt 7, 1-2) pero, al mismo tiempo, nos advierte que debemos juzgar lo verdadero y lo falso; lo bueno y lo malo (Cfr. Rom 12, 2). Lo terrible del racismo es que nos hace juzgar al aun sin haberlo conocido. Jesús transformó el prejuicio de Natanael en fe. Ojalá nosotros podamos dejar que Él haga lo mismo con nosotros.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 5 de mayo de 2013

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