Jesús curó mucha gente de manera indirecta, quizás hasta de forma impersonal. Si cierto es que podía curar a cientos al mismo tiempo; en el caso de la mujer, con hemorragias por doce años, ella ni siquiera sabía que había sido curada, no hasta después que se curó (Mc 5:30). Pero en el caso del hombre sordo, con un defecto del habla, fue una de sus curaciones más personales. Jesús saco a este hombre "lo separó de la multitud y, lo llevó aparte" (Mc 7:33). Él le atendió personalmente "le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua" (Mc 7:33).

¿Necesitas tú el toque personal de Jesús para curarte? Si es así, sale de las condiciones de hacinamiento en tu vida. Enciérrate bajo llave en tu cuarto de oración y ora a solas a tu Padre (ver Mt 6:6). Habla de corazón a corazón con Jesús. Encuéntrate con Jesús en soledad y silencio. Íntimamente recibe el cuerpo y la sangre de Jesús en tu vida, en tu cuerpo durante la Misa (ver Jn 6:56).

La gente podrá reírse de ti y llamarte estúpido o decirte feo, pero Jesús te considera un tesoro. Tú eres hermoso en Él y con Él. Despréndete de aquellos para estar a solas con Jesús. Él te ama muchísimo, Él murió por ti. Dios es amor, acércate a solas a Él, vive el amor, vive en Dios (ver 1Jn 4:16).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 8 de augusto de 2013

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