algo por nada
"Elías subía a la cumbre del Carmelo. Allí se postró en tierra, con el rostro entre las rodillas" (1 Reyes 18:42).
Elías profetizó que en tres años y medio la sequía terminaría, aunque no había una sola nube en el cielo (1 Re 18:41). Le dijo a su criado siete veces que buscara una nube. "Siete" probablemente se refiere a un número indefinido de veces. Una y otra vez, el sirviente informó: "No hay nada" (1 Re 18:43). Por último, el sirviente avistó una pequeña nube que presentaba pocas posibilidades de lluvia. Sin embargo, de inmediato "el cielo se oscureció cada vez más por las nubes y el viento, y empezó a llover copiosamente" (1 Re 18:45).
Este patrón es muy común en nuestra vida con el Señor. Al igual que Elías y su sirviente, velamos y oramos, y oramos y observamos, pero no vemos nada una y otra vez. Nos preguntamos si Dios está ahí. Pensamos: "¿Por qué orar?" Por último, vemos algo que es tan pequeño que parece nada. Sin embargo, el Señor nos sorprende una vez más haciendo uso de algo pequeño para hacer una gran diferencia.
¿Dónde en tu vida estás orando por algo y no ves nada? Persevera, una pequeña nube se está alzando en el poniente.
Oración: Padre, dame la fe para mover montañas (Mt 17:20) y las nubes.
Promesa: "Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos" (Mt 5:20).
Alabanza: Samuel siguió dando testimonio a Helena, una adolescente de corazón duro, aún cuando ella no mostraba ningún signo de arrepentimiento. Helena ahora se dedica completamente a servir a un ministerio cristiano.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2014
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