tan ciego como un murciélago en el infierno
"¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?" (Lucas 6:39).
Debido a nuestra naturaleza herida por el pecado, todos nosotros sufrimos de ceguera espiritual. Antes de nuestra redención por Cristo, no había otra posibilidad. Esto se aplicaba incluso a los líderes religiosos que andaban como ciegos espirituales. Antes de Cristo, estábamos condenados a caer en el pozo de la esclavitud, en el odio a nosotros mismos, en la condenación y el infierno. Antes de Cristo, estábamos condenados a guiar incluso a la gente que más queremos a un pozo de una autodestrucción aterradora y eterna.
Jesús nos salvó de la ceguera espiritual, del pozo del infierno y la destrucción eterna de incluso aquellos que amamos. A causa de lo que Jesús hizo por nosotros, debemos:
- agradecerle a Él siempre (1Tes 5:18; Ef 5:20),
- aceptar su gracia para superar todas las tentaciones de pecar y así nunca volver a la ceguera,
- predicar el Evangelio (1Co 9:16),
- hacernos los esclavos "de todos, para ganar el mayor número posible" (1Co9:19),
- hacer todo lo que hacemos "por amor a la Buena Noticia" (1 Co 9:23) y
- sacrificarnos y dominar los deseos de la carne para que perseveremos en la fe (1Co 9:27) y alcancemos aun los corazones más duros.
Jesús nos salvó de un destino peor que la muerte. ¡Gracias, Jesús!
Oración: Padre, compartiré mi fe porque la vida eterna de otra gente depende de ello.
Promesa: "Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano" (Lc 6:42).
Alabanza: Alabanzas a Ti, Espíritu Santo, por cubrir a María, Tu Esposa, con tu sombra (Lc 1:35). "No hay nada imposible" para Ti (Lc 1:37).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014
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