Cuando Naamán, el general y leproso sirio, llevó consigo dos cargas de mula de tierra judía cuando regresó a casa (2 Re 5:17), él literalmente estaba asentando las bases de su relación con el Señor. Nosotros también debemos guardarnos del peligro de encontrarnos atrapados en una rutina en nuestro amor al Señor. Tenemos que buscar siempre la profundización de nuestro amor a Él, o nos ponemos en riesgo de alejarnos fuera del amor total de Él, con un corazón totalmente seco, y en grave peligro de tibieza (ver Ap 3:16). Óseas profetizó: "Roturen un campo nuevo: es tiempo de buscar al Señor, hasta que él venga y haga llover para ustedes la justicia" (Os 10:12).

"Nuestro Dios es un fuego devorador" (Heb 12:29), y nosotros que estamos enamorados de Él queremos que Él nos consuma más y más. El Señor nos manda: "Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pe 3:18). El Señor nos enseñó a orar para "conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios" (Ef 3:19).

La naturaleza del amor es siempre buscar un amor más profundo. Oremos así: "Oh Dios, Tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne" (Sal 63:2) y "Tu amor vale más que la vida" (Sal 63:4). Por la gracia de Dios, entra en una nueva dimensión del misterio de Dios, que es Amor.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de junio de 2016.

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