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Viernes, 30 de setiembre de 2016

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san Jerónimo


Job 38:1, 12-21; 40:3-5
Salmos 139:1-3, 7-10, 13-14
Lucas 10:13-16

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odiar el pecado pero amar una iglesia de pecadores

"Y Job respondió al Señor: ¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano" (Job 40:3-4).

Los caminos y pensamientos de Dios están tan por encima de nuestros caminos y pensamientos como lo está el cielo sobre la tierra. (Is 55:8-9). Comparados con Dios, incluso los más sabios no saben nada. Todos deberíamos decir al igual que Job: "¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano" (Jb 40:4).

Sin embargo, el Dios altísimo, todopoderoso e infinito ha decidido hablar mediante Su Iglesia formada por seres humanos débiles y muy limitados. Además, exalta maravillosamente a Su Iglesia al anunciar: "El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió" (Lc 10:16).

El Señor ha establecido que la Iglesia sea "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3:15). Incluso ha hecho que la Iglesia sea Su Cuerpo (ver Ef 1:22-23) y Su esposa (ver Ef 5:25ss). El Señor ama la Iglesia, dio su vida por la Iglesia (Ef 5:25), y enaltece a la Iglesia.

El Señor espera que sus discípulos también amen la Iglesia, vivan en la Iglesia y mueran por la Iglesia. Naturalmente nos sentimos desmotivados cuando vemos que la Iglesia está llena de pecadores. La Iglesia en la tierra es cualquier cosa menos algo amable a primera vista. No obstante, el Espíritu Santo derrama su gracia para que podamos hacer lo que es humanamente imposible, es decir, amar esta Iglesia tan humana pero instituida y exaltada por Dios. Haz lo que se espera de ti y lo imposible: ama la Iglesia.

Oración:  Padre, al igual que San Francisco, derrama Tu gracia sobre mí para poder amar y reconstruir la Iglesia.

Promesa:  "Señor, tú me sondeas y me conoces tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso" (Sal 139:1-2).

Alabanza:  San Jerónimo amó a los pecadores tanto que fomentó la Sagrada Escritura, la piedad, mártires, reliquias, celibato apostólico y refutó herejías. Invirtió su energía intensamente por amor a Dios y la Iglesia.