Ponte en el lugar de un paralítico llevado en una litera hasta Jesús. Las literas, tal y como eran fabricadas hace dos mil años, no eran tan manejables y firmes como son las camillas hoy en día. También hay que tomar en cuenta que ser transportado por cuatro personas no lo convertía precisamente en traslado suave. Por lo demás, si el paralítico se caía de la litera le era imposible detener su caída. Para empeorar las cosas aún más, el paralítico fue llevado hasta los peldaños en la entrada de la casa donde estaba Jesús. Estos escalones probablemente eran irregulares; de por sí, el trasladado en camillas en una escalera es siempre precario. Imagínate lo que sentía el paralitico cuando vio a sus amigos desmantelando el techo. Imagínate que estás descendiendo a través de un hueco en el techo ayudado por tus amigos que te sostienen por los extremos de una litera o posiblemente auxiliándose con sogas, harapos o una sábana. Suficientes complicaciones para provocar un infarto al corazón, especialmente si ya estás paralítico. Finalmente, el paralítico era un pecador (Mc 2:5). Esta condición no contribuye al valor y fe. Sin embargo, cuando Jesús le ordenó que se levantara, tomara su camilla y se marchara a su casa, el hombre obedeció y fue sanado (Mc 2:11-12).

La gracia de Dios es suficiente, a pesar de todas nuestras debilidades (2 Co 12:9). ¿Serás el próximo en ser llevado en camilla ante Jesús?