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Jueves, 20 de abril de 2017

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Semana de Pascua


Hechos 3:11-26
Salmos 8:2, 5-9
Lucas 24:35-48

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Jesús "les dijo: 'Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos'. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras" (Lucas 24:44-45).

Reconocemos el Cristo resucitado cuando:

  • Jesús abre nuestras mentes "a la comprensión de las Escrituras",

  • Jesús parte el pan con nosotros (Lc 24:35), es decir, se entrega a nosotros en la Santa Comunión,

  • recibimos el Espíritu Santo en un nuevo Pentecostés, y

  • somos testigos de Jesús (ver Hch 1:8; Lc 24:48).

El comienzo de una verdadera Pascua es oír la Palabra de Dios, para que nuestros corazones ardan con fuego purificador (Lc 24:32). Mientras la Palabra de Dios se proclama, podemos esperar que todos los demás aspectos de reconocer a Cristo resucitado van a suceder, porque la Palabra de Dios no es solo un comienzo, sino un catalizador. "La palabra de Dios es viva y eficaz" (Heb 4:12). No vuelve vacía, pero logra el fin para el que fue enviada (Is 55:11). Por lo tanto, si nos centramos en proclamar la Palabra de Dios, podemos esperar una reacción en cadena que lleva a muchas personas a que reconozcan el Cristo resucitado y que vivan para Él.

Esto nos ayuda a entender por qué la Iglesia primitiva estaba preocupada por la difusión de la Palabra de Dios. "Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús" (Hch 5:42). Los apóstoles se concentraron "en la oración y el ministerio de la Palabra" (Hch 6:4). "La Palabra se extendía cada vez más" (Hch 6:7; ver también 12:24; 19:20).

Escuche, lea, viva y comparta la Palabra de Dios diariamente. Así va a vivir la vida resucitada y presentar a muchos otros a Cristo resucitado.

Oración:  Padre, que pueda proclamar Tu Palabra en las buenas y en las malas (ver 2 Tim 4:2).

Promesa:  "Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados. Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo" (Hch 3:19-20).

Alabanza:  ¡Te alabo, Jesús, mi Redentor, mi Roca y mi Refugio!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de deciembre de 2016.

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