Hoy hace muchos años fui ordenado sacerdote. Debido a la gracia y misericordia de Dios y por el amor y oraciones de ustedes, mi sacerdocio ha sido grandemente bendecido más allá de todo lo que podría haber imaginado (ver Ef 3:20). Por lo tanto, doy gracias al Señor y "canto salmos" (Stg 5:13). También les doy las gracias a ustedes por sus incontables actos de amor y especialmente por sus oraciones.

Ruego por todos aquellos que leen Un Pan, Un Cuerpo, aunque no conozco personalmente a muchos de ustedes. Incluso, si ustedes no me conocen, espero que oren por mí, porque "la oración perseverante del justo es poderosa" (Stg 5:16). Solo Dios sabe cuán importantes son nuestras oraciones del uno por el otro.

San Pablo oraba constantemente por las iglesias que él fundó, dirigió y sirvió (por ejemplo Fil 1:4). Pidió a otros que oraran por él. Por ejemplo, dijo: "Les ruego, hermanos, por amor a nuestro Señor Jesucristo y al amor del Espíritu, que luchen junto conmigo, intercediendo a Dios por mí" (Rom 15:30). Le dijo a san Timoteo: "Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres" (1 Tim 2:1).

Jesús continúa interrogando a Sus discípulos: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?" (ver Mt 26:40) Él nos llama a orar siempre, no a desanimarnos (Lc 18:1), a ser hombres y mujeres de oración. Que nuestro amor por Cristo nos impulse (ver 2 Co 5:14) a permanecer en constante comunicación con el Padre a través de Jesús y en el Espíritu. La oración es nuestra salvación, un privilegio, nuestra esperanza y nuestro gozo. ¡Ore!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 11 de octubre de 2017.

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