jubilares perpetuos
"Y proclamar un año de gracia del Señor" (Lucas 4:19).
Hace dieciocho años, el Papa san Juan Pablo II cerró la puerta santa y concluyó el Gran Jubileo. Esto no significa que ya no somos jubilares. Más bien, significa que el mayor de todos los jubileos había terminado y deberíamos aceptar la gracia de que nuestras vidas sean jubileos perpetuos. Jesús nos prometió esta gracia cuando comenzó su ministerio público. El Espíritu del Señor estaba sobre Él "para anunciar la liberación a los cautivos" y "proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4:18,19). Bautizados en Cristo, somos jubilares perpetuos.
Cada Navidad cantamos: "Ángeles que hemos escuchado en lo alto" y hacemos la pregunta: "Pastores, ¿por qué este jubileo?" Mientras continuamos el júbilo de la temporada navideña, regocijémonos en un nuevo Pentecostés en el que el Espíritu Santo nos libera y renueva la faz de la tierra (Sal 104:30). "Con gozo" vamos a "sacar agua de la fuente de salvación" (Is 12:3). Unámonos a María, magnificando la grandeza del Señor y regocijándonos en Dios nuestro Salvador (Lc 1:46-47). Que el júbilo de la Navidad nos lleve a un año jubilar de libertad, justicia, salvación, reconciliación y restauración. Sé un jubilar perpetuo en Cristo.
Oración: Padre, por tu amor, lléname de júbilo para siempre.
Promesa: "Nosotros amamos porque Dios nos amó primero" (1 Jn 4:19).
Alabanza: Marcia se mantuvo lejos de la misa por años. Su primo le dio un video sobre María, la madre de Jesús. Marcia lo observó y se conmovió tanto que dio su vida a Jesús y regresó a la Iglesia.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018
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