Vamos por la mitad de la Novena de Pentecostés. Llegado este punto en la novena, el Espíritu Santo ha estado bastante activo. El Espíritu Santo ha estado trabajando en la preparación de nuestros corazones para el Pentecostés. El Espíritu nos ha estado consolando, enseñando y recordando (Jn 14:26), introduciéndonos en toda la verdad (Jn 16:13), y advirtiéndonos sobre el arrepentimiento y otros cambios que tenemos que hacer (Hch 20:23).

Mientras la novena continúa, el Espíritu nos ayudará a orar, porque no sabemos orar como es debido (Rom 8:26). El Espíritu luchará contra nuestra carne pecaminosa (Gál 5:17), nos llevará a arrepentirnos más profundamente y nos dará un deseo más grande de ser santos. El Espíritu Santo nos concederá una sed aún más grande de Jesús (Jn 7:37-39). Entonces Jesús derramará el Espíritu en una abundancia cada vez mayor sobre nosotros porque "Dios da el Espíritu sin medida" (Jn 3:34). A su vez, el Espíritu nos conducirá al Padre, inspirándonos a "clamar, ¡'Abba!' (es decir, 'Padre')" (Rom 8:15). Entonces el Padre derramará Su amor "en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (Rom 5:5) y Jesús nos bautizará de nuevo con el Espíritu Santo (Mc 1:8). A medida que se acerca Pentecostés, debemos estar tan inmersos en el amor trinitario que literalmente quedaremos "llenos del Espíritu Santo" (Hch 2:4).

En cinco días, el Espíritu Santo se derramará nuevamente en Pentecostés. El Espíritu Santo te está advirtiendo (Hch 20:23) que te prepares para un desbordamiento más allá de lo que puedas pedir o pensar (Ef 3:20). "Dejémonos conducir por el Espíritu" (Gál 5:25).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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