La palabra "Cristo" significa "Ungido", la traducción griega de la palabra hebrea "Mesías". Por lo tanto, al llamarnos "cristianos", nos llamamos "ungidos". En inglés la palabra "Christmas" significa "la misa del Ungido". La palabra "anticristo" significa "en contra del Ungido". Por lo tanto, la idea de la unción es muy dominante en el cristianismo o, podríamos decir, en "el sendero del Ungido".

El corazón de seguir a Cristo, "el Ungido", es "tener la unción del que es Santo" (1 Jn 2:20). "La unción" que "recibimos de Él" permanece en nuestros corazones (1 Jn 2:27). "Los instruye en todo y ella es verdadera y no miente" (1 Jn 2:27). Esa unción misma nos enseña a permanecer en el Señor (1 Jn 2:27).

"Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu" (2 Co 1:21-22). Los cristianos somos ungidos por el Padre, "como Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder" (Hch 10:38). Como seguidores ungidos del Ungido, somos enviados a llevar la Buena Noticia "a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4:18-19).

En este último día del año, arrepintámonos de sofocar al Espíritu Santo (1 Tes 5:19). Debemos dejar que el precioso ungüento de Dios sea derramado sobre nuestras cabezas y desparramado sobre todo nuestro cuerpo (ver Sal 133:2). Ven, Espíritu Santo de Navidad.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018

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