Estamos en el medio de las tres semanas en las que leemos el Sermón del Monte de Jesús. Los primeros diez días, Jesús nos manda hacer lo imposible. Por ejemplo, Él nos dice que escojamos pobreza y persecución (Mt 5:3, 10). Él establece un estándar de santidad "fuera de este mundo". No se nos permite ni enojarnos ni miradas lujuriosas (Mt 5:22, 28). Jesús va tan lejos que exige que no ofrezcamos resistencia a heridas, sino que prestemos la otra mejilla, hasta el amar a nuestros enemigos (Mt 5:39, 44). Él en fin llega a ser "totalmente irrealista" cuando nos dice que debemos ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (ver Mt 5:48). Obviamente esto es imposible.

Jesús entiende nuestro dilema. Dijo al joven rico: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible" (Mc 10:27). El Hijo quiere darnos una confianza tanto más profunda en nuestro Padre, que le permitamos darnos gracia suficiente para vivir el Sermón del Monte. El Señor nos está llamando a dar limosna, orar y ayunar como nunca antes lo hemos hecho (Mt 6:1ss).

Debemos tomar algunos riesgos calculados financieramente, en oración, e incluso físicamente. Tenemos que atrevernos a un riesgo extremo para dar una contribución importante, rezando horas, o haciendo un ayuno a largo plazo. Cuando fallen nuestros cálculos, descubriremos que nuestro Padre celestial nos rescatará (Sal 94:18). Confiemos en Él para que trabaje más radicalmente en nuestras vidas.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de diciembre de 2017.

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